El
dominio del espacio aéreo fue uno de los factores clave que acabarían decantado
la victoria del lado de los Aliados en la II Guerra Mundial. Nunca en ningún conflicto humano tantos
debieron tanto a tan pocos, dijo Winston Churchill para alabar la labor de la Real Fuerza Aérea británica en la Batalla
de Gran Bretaña, la defensa de la isla ante la amenaza real de una invasión
tras la casi total ocupación del continente por la Wehrmacht. Otro factor
determinante para poner punto y final a la guerra, en el Frente del Pacífico,
fue la decisión de Truman de arrojar sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y
Nagasaki. La participación de la comunidad científica en el esfuerzo de guerra,
y en especial de los físicos en el Proyecto Manhattan que diseñaría esas
bombas, es aún objeto de controversia incluso en nuestros días.
Hace
unos diez años, los físicos estaban, de nuevo, en estado de guerra. Esta vez la
guerra era, afortunadamente, dialéctica y, en
principio, tan solo de carácter científico. La teoría de cuerdas llevaba ya
más de treinta años en el candelero. Ninguna de sus predicciones se había
comprobado experimentalmente y, según argumentaban los críticos, quizá nunca lo
serían. La teoría de cuerdas parecía carecer de refutabilidad y, por tanto, ni
siquiera debería ser calificada de teoría científica; sería todo lo contrario:
una pseudociencia o, en el mejor de los casos, un pasatiempo matemático. Una célebre
frase de Wolfgang Pauli, en la que desdeñaba cierta teoría refiriéndose a ella
como “ni siquiera incorrecta”, se rescató para calificar así a la teoría de
cuerdas. Un blog critico surgió con ese nombre. Libros con títulos
como El
problema de la física se publicaron ilustrando la inutilidad de la
teoría.
La
guerra, como señalábamos arriba era en
principio solo de carácter científico. No obstante, trascendía algo más:
una batalla de influencia por el control de fondos públicos destinados a
investigación. ¿Deberían las agencias de financiación de la ciencia matar la teoría de cuerdas mediante una expeditiva
estrangulación presupuestaria? Por aquel entonces yo andaba, recién doctorado,
de postdoc en el Imperial College de Londres, una de las plazas fuertes de la
teoría de cuerdas. Recuerdo a Mike Duff, eminente cuerdista en Imperial,
lamentarse amargamente de que eso podría ya por aquel entonces estar empezando
a pasar. Según argumentaba Duff, la sobredifusión mediática que los críticos estaban
recibiendo podría haber sido la causa del anuncio del EPSRC (una de las
agencias británicas de financiación de investigación) de recortes en su
programa de física matemática. Estamos hablando de recortes antes de los
famosos recortes de ahora.
Aquellos
episodios se han venido a conocer en el mundillo físico-teórico como las Guerras de las Cuerdas (String Wars). Aunque las hostilidades no
han cesado del todo, con blogs defendiendo una u otra
postura intercambiando fuego de vez en cuando, sí es cierto que, en general, se
ha rebajado el tono. Estamos, acaso, ante una guerra de salón, una phoney war. Y ello es sin duda debido a que, a pesar de todo lo escrito contra ella, la
teoría de cuerdas sigue gozando de envidiable salud.
Estos
días anteriores, sin embargo, hemos presenciado un remake en español de aquella Guerra de las cuerdas, que nos ha cogido
con el pie cambiado. Arturo Quirantes, autor del blog El profe de física, ha lanzado
una diatriba desde Cuaderno
de cultura científica que nos informa del “ocaso de la teoría de
cuerdas”. Los que trabajamos en esta teoría hemos llegado ahora a comprender la
mayúscula sorpresa de Mark Twain al leer su obituario y conocer así, por la
prensa, la noticia de su propia muerte. Afortunadamente podemos salir al paso,
como Twain, de semejante contrariedad: todo apunta a que las noticias que
Quirantes trae sobre la muerte de la teoría de cuerdas “son desmesuradamente
exageradas”.
Los
comentarios de Quirantes ya han recibido la certera respuesta de Enrique Fernández Borja en Cuentos
Cuánticos. Aquí, en LA
FÍSICA DEL GREL, hemos iniciado una serie de posts (aquí
y aquí
en especial, aunque también aquí)
sobre unificación, que nos conducirán a describir más detalladamente la teoría
de cuerdas. Entraremos en materia en sucesivos posts. Mientras tanto, movidos
por el afán de ofrecer al público una visión alternativa sin catastrofismos, y
sin el menor ánimo de reeditar en español una futil Guerra de las Cuerdas, sí creemos
pertinente contestar someramente desde nuestro blog a las críticas.
Tanto
es que pretendemos evitar toda confrontación que comenzamos con lo que a nadie
en los debates tan de moda en prime time
televisivo se le pasaría por la cabeza: una sincera autocrítica. Tampoco es
ningún mérito, dicho sea de paso, empezar así para el que esto escribe. Salvo
por pequeñajos que, ay, nos dan la tabarra nocturna, mi generación duerme muy
bien por las noches sabiéndose libre del pecado que pasamos a confesar.
Según
me cuentan mis mayores, pues mis intereses científicos en aquella época se limitaban
a los prescritos para la EGB y el BUP por las autoridades educativas
competentes, durante los años ochenta y noventa, la época en la que se cimentaron
los pilares de la teoría de cuerdas, hubo una desmesurada sobrevaloración de objetivos.
Imperaba una sensación de euforia y se pensaba que la teoría de cuerdas sería
capaz de reproducir la física de altas energías conocida, así como de describir
cuánticamente la gravitación en unos pocos años. No en vano, había quien se
refería a las cuerdas como la “Teoría del Todo”, mediático amén de pretencioso
nombre que seguramente llenaba a la realeza del ramo, como a la otra, de gran
orgullo y satisfacción. Hoy, sin embargo, me atrevería a decir que incluso los
más acérrimos defensores de la teoría de cuerdas reconocen que todo aquello fue
una gran sobreactuación. Podríamos incluso decir que aquel fenómeno pudo ser el
equivalente científico de una burbuja financiera. Muchas de las críticas a la
teoría de cuerdas, incluidas la mayoría de las de Quirantes en su post, realmente
no pasan de ser una reacción superficial a esa sobrexposición.
Burbujas
científicas las ha habido con anterioridad en ciencia en general y en física,
la rama que nos ocupa, en particular. Mencionaré dos que son, de hecho, similares
a la burbuja de los ochenta y noventa en teoría de cuerdas. A finales del siglo
XIX, con la teoría de Newton de la gravitación completamente desarrollada y con
las ecuaciones de Maxwell del electromagnetismo recién escritas, se dieron las
condiciones para la formación de una gran burbuja. Cuajó la idea de que en Física
estaba ya todo hecho. El único trabajo que quedaba por hacer era añadir
decimales a las mediciones de constantes y cantidades físicas, medirlas con más
precisión. ¿Que la órbita de Mercurio no terminaba de cuadrar con la ley
gravitatoria de Newton del inverso del cuadrado? Menudencias. ¿Que las leyes en
boga daban resultados absurdos, a alta energía, para la radiación de cuerpo
negro? Ya se arreglaría el asunto sin mayores sobresaltos. La burbuja
decimonónica estalló por todo lo alto cuando, ni bien entrado el siglo XX, la
Relatividad General y la Teoría Cuántica pusieron la física patas arriba. Hasta
nuestros días.
Con cuerdas también se pueden hacer burbujas muy grandes. |
A
mediados del siglo XX se desarrolló otra burbuja. La teoría cuántica y la
relatividad especial de principios de siglo se habían desarrollado enormemente,
y su combinación había dado lugar a la llamada teoría cuántica de campos. Se
sabía que la teoría de Maxwell del electromagnetismo, aun siendo clásica, se
amoldaba a la relatividad especial. La teoría cuántica de campos era, pues, la
herramienta perfecta para estudiar la cuantización del electromagnetismo. Y
efectivamente, la teoría cuántica resultante, llamada Electrodinámica Cuántica,
proporcionaba resultados espectaculares, con fastuoso acuerdo de hasta muchas
cifras decimales entre cantidades calculadas mediante la teoría y medidas
experimentalmente. El trabajo de físicos como Richard Feynman fue determinante
para ello. Feynman introdujo sus famosos diagramas, el método que permitió realizar
tales cálculos. Así pues, pronto se extendió la delirante idea de que todo en
teoría cuántica de campos se reducía al cálculo de diagramas de Feynman y,
salvo cálculos más o menos engorrosos, estaba ya todo hecho. Sin embargo,
cuando se hicieron patentes los fenómenos no-perturbativos en teoría de campos,
imposibles de abordar por esos métodos, la burbuja inevitablemente estalló. Por
ejemplo, a acoplamiento fuerte, tiene poco sentido calcular procesos entre
quarks y gluones (de las que ya hemos hablado aquí) mediante diagramas de
Feynman.
Es
indudable que estas burbujas, tanto en ciencia como en economía, son producto
de la naturaleza humana. Ahora bien, si las burbujas financieras tienen las
devastadoras consecuencias que lamentablemente conocemos y padecemos, en
ciencia siempre parecen dejar algo positivo. Por un lado, el conocimiento
acumulado durante la burbuja no tiene por qué ser incorrecto. La teoría de
Newton y la teoría de Maxwell no son incorrectas. Lo que sucede es que se ven
englobadas, como límites, en teorías más precisas. Los diagramas de Feynman no
son incorrectos, tan solo tienen sus límites de aplicabilidad. Por otro lado, el
estallido de las burbujas suele dejar un terreno fértil para la exploración: la
física de agujeros negros, de ondas gravitacionales o la cromodinámica cuántica
serían imposibles sin desarrollos anteriores.
Es
generalizado el convencimiento de que todo esto aplica, también, a la teoría de
cuerdas. Nadie que se dedique a investigación en cuerdas hoy en día piensa
seriamente en la teoría de cuerdas como una “Teoría del Todo”, a pesar de que
los críticos insistan en abundar en el tópico. Esto no quita para que el
desarrollo formal de la teoría invoque, como hacemos desde este blog, ideas de
unificación que tan provechosas se han demostrado en física. Dada la
experiencia con situaciones como las descritas arriba, no creo que nadie en el campo
esté muy preocupado con que la teoría de cuerdas, ahora, después de la burbuja,
pueda ser incorrecta. Ni qué decir tiene que, los que nos dedicamos a ella, pensamos
que es correcta, a pesar de todas las dificultades experimentales que entraña
dilucidar tal cuestión. En el peor de los casos, pensamos, la teoría se
amoldará a otra “más correcta”, como en situaciones anteriores.
Quirantes
traza un paralelismo entre la teoría de cuerdas y los epiciclos ptolemaicos que
induce a error. Como describe Steven Weinberg en su reciente libro Explicar
el mundo, la adición de más y más epiciclos a la teoría geocéntrica es
un problema de fine tuning. Algo anda
mal en una teoría cuando se le han de añadir ornamentaciones más y más barrocas
para hacerla cuadrar, en frágil equilibrio, con los datos experimentales. El
caso de la cada vez mayor complicación en teoría de cuerdas, desde su humilde
suposición fundacional de que los constituyentes básicos de la materia son
objetos unidimensionales en vez de partículas, hasta la sofisticada teoría que
conocemos hoy, es bien distinto. La complicación, por ejemplo, de tener cinco
teorías de cuerdas no busca realizar, como los epiciclos, ajustes artificiales.
Por contra, se trata del mismo efecto que el descrito arriba en relación con la
teoría cuántica de campos: cada vez conocemos mejor la teoría y sus sectores
perturbativos (donde podemos usar métodos como los de Feynmann) y
no-perturbativos. Que a uno le parezcan extraños nombres como “cuerda tipo I” o
“cuerda heterótica” queda a gusto de cada cual. A mi modo de ver, tan colorida
nomenclatura es digna sucesora de otras como “quark top” (del que, por cierto,
hemos hablado aquí).
Aspectos
como supersimetría, de la que hablaremos en el blog, son deseables en teoría
de cuerdas. Que supersimetría no se haya
detectado en el CERN no supone el menor problema para la teoría: este efecto no
tiene por qué notarse a las escalas de energía exploradas por el acelerador
LHC. La única crítica seria hecha por Quirantes se refiere al llamado problema
del landscape, del que también
hablaremos. Aquí, efectivamente, mete el dedo en la llaga pues nadie excepto
los entusiastas del multiverso saben muy bien cómo proceder. El convencimiento general
es que el asunto acabará arreglándose sin necesariamente refutar la teoría de
cuerdas, como en los casos que mencionábamos arriba.
Partículas elementales y sus compañeras supersimétrícas (izquierda). Representación del multiverso (derecha). |
Ya
hemos dicho en LA FÍSICA DEL GREL que el Modelo Estándar y la Relatividad
General son las construcciones científicas, verificadas
experimentalmente, más sofisticadas y precisas que el ser humano ha logrado
hasta ahora (más detalles aquí).
La teoría de cuerdas ha de englobar a las dos y, desde luego, las supera en elegancia
y sofisticación. Se ha dicho que la teoría de cuerdas es ciencia del siglo XXI
con la que los físicos se toparon en el XX. En este sentido, la teoría de
cuerdas es como el museo Guggenheim de Bilbao: un soberbio edificio del siglo
XXI levantado, realmente, en el XX. A uno le puede causar cierto desasosiego
las líneas futuristas del edificio, y en un arrebato clasicista podría
secretamente desear que se pareciera más, por ejemplo, al renacentista palacio
de Carlos V en Granada. Sea lo que sea la teoría de cuerdas, es sin duda un bello
edificio en construcción que solo en el futuro podemos aspirar a admirar en su totalidad. En
ningún caso se trata del edificio ruinoso que a Quirantes se le antoja.
Como
científicos del siglo XXI, nos corresponde desarrollar, entender y extraer consecuencias de la teoría de cuerdas. Ya hemos contado aquí cómo la teoría de cuerdas fue crucial
para obtener una descripción microscópica de la entropía de agujeros negros.
Como contaremos en sucesivos posts, las contribuciones de la teoría a aspectos
en teoría cuántica de campos e incluso en terrenos tan alejados como matemática
pura o física de la materia condensada son espectaculares.
A
tenor del sobredimensionado eco mediático que acompañó a los críticos durante
las Guerras de las cuerdas, podríamos decir que nunca en ningún conflicto
científico tan pocos causaron tanto perjuicio a tantos. Aún desconocemos si la
teoría de cuerdas tendrá la última palabra en una descripción más profunda de
la naturaleza, o si algún bombazo científico al estilo de los atómicos de Hiroshima
o Nagasaki convulsionará la física, en el contexto de la teoría de cuerdas o,
no lo creo, fuera de ella. En todo caso, el "espacio aéreo" de la física teórica de alta energía sigue dominado, por méritos propios, por la teoría de cuerdas. Tenemos por delante pues el excitante
cometido de explorar las consecuencias de una teoría que, ahora más que nunca,
está viva y coleando.
Texto de Oscar Varela.
Texto de Oscar Varela.
Hiroshima, por favor.
ResponderEliminarCorrecto. Se nos coló la H. Corregido. ¡¡Gracias!!
EliminarMe agrada mucho conocer tu opinión al respecto del tema, pero creo te excedes en ataques personales hacia Quirantes.
ResponderEliminarAl principio de tu artículo hablas de nada más y nada menos que una "guerra". Creo que aquí el único que ha iniciado una guerra eres tú, no me parecen formas de tomarse una crítica. Puedo coincidir en que el titular "El ocaso de la teoría de cuerdas" sea algo amarillista, pero en el resto del artículo se trata el tema con bastante respeto.
Me agrada más la aproximación que ha tenido tu compañero Enrique, aunque el título también se las trae.
Saludos.
No hay ataques personales hacia Arturo Quirantes, en absoluto. Simplemente se discrepa de su posición con respecto a la teoría de cuerdas, y así se pone de manifiesto. Creemos que en Ciencia, también en la vida, la discrepancia y la confrontación de ideas son saludables.
EliminarUn saludo y gracias por leernos
Un placer, te ánimo a seguir con las entradas en el blog.
EliminarPersonalmente considero un error esa opinión aceptada como dogma de validación, de que la teoría de cuerdas tiene que ser refutada a nivel experimental.
ResponderEliminarTodas las teorías que actualmente tenemos (cuerdas, standard, bucles, cromodinámica, etc...) tienen su parte de verdad, pero existe una diferencia fundamental entre las teorías de cuerdas y todas las demás. Esta diferencia hace que sean radicalmente opuestas en la concepción final del universo. Me estoy refiriendo lógicamente a la potencial existencia de dimensiones superiores, a su vez, relacionada con la posibilidad de que el universo pueda ser descrito en forma matemática en su totalidad.
La aceptación del requerimiento de la verificación experimental a nivel de planck, no sólo es absurda en realidad sino que choca frontalmente con la imposibilidad de medir o cuantificar que es lo que pasa en esas dimensiones superiores. La diferencia fundamental es que las teorías de cuerdas no se basan (ni se han de basar) en el experimento, sino que se basan en el razonamiento.
Es cómo si los partidarios de dicha teoría dijeramos a los físicos experimentales que para refutar sus teorías han de diseñar experimentos a (exactamente) la velocidad de la luz, o... porqué no, que antes de hacer cualquier experimento solucionen primero lo del problema de la medida.
La teoría de cuerdas (en global) fundamentalmente es correcta y completa en su totalidad. Ahora bien para ofrecer una solución unificada no tendría que basarse en la función beta de euler, sino en la identidad de euler.
Ánimo con los sucesivos posts. Los lectores de divulgación como yo esperamos ansiosos textos agradables ya que carecemos de conocimiento profundo. Como en cuentos cuanticos esto promete, a ver si vas sacando ratos para escribir y se agradece que des tu opinión aunque te dejes un poco de rigor por el camino.
ResponderEliminarSuerte.