El 17 de agosto de 2017
alcanzaron la Tierra los rayos y truenos de una tormenta cósmica a 130 millones
de años luz. Dos estrellas de neutrones, cada una de ellas más pesada que
nuestro Sol pero lo suficientemente pequeñas como para caber en una ciudad
grande, orbitaban una a la otra en una galaxia cercana. En su movimiento
emitieron ondas gravitacionales: perturbaciones en el espacio-tiempo que viajan
en todas las direcciones, como las olas en un estanque cuando lanzamos una
piedra. En el minuto final antes de su colisión las estrellas se movían tan
rápido y tan cerca que la señal de ondas gravitacionales se hizo muy intensa,
lo suficiente como para que los detectores LIGO y VIRGO las grabasen sin
ambigüedad. El espectáculo que siguió fue impresionante: una explosión de
restos radioactivos visibles en todas las formas de luz, desde rayos gamma
hasta ondas de radio. Este evento, llamado GW170817 por la fecha en que tuvo
lugar, fue el primero de su tipo y ha tenido un gran impacto para la física y
la astronomía.
Miguel Zuma no pierde la sonrisa aunque se quede sin
vacaciones.
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El primer evento de ondas gravitacionales se había
detectado casi dos años antes, el 14 de septiembre de 2015. En aquella detección
el interferómetro láser de ondas gravitatorias (LIGO) registró la fusión de dos
agujeros negros muy masivos. Usualmente hablamos de "escuchar" las ondas gravitacionales, ya que comparten algunas características con el sonido.
También son tan silenciosas que solo podemos detectar las señales producidas
por las fuentes más extremas, como las estrellas de neutrones y los agujeros
negros. A diferencia de las estrellas de neutrones, los agujeros negros son tan
compactos que ni siquiera la luz escapa de su atracción gravitatoria, lo que
evita que sus colisiones liberen señales no gravitacionales, como la luz. Con
las primeras detecciones de agujeros negros, pudimos escuchar el trueno de una
tormenta distante, pero sin ver ningún rayo.
Las anteriores fusiones de
agujeros negros nos dejaron en la oscuridad sobre una pregunta fundamental: ¿a
qué velocidad viajan las ondas gravitacionales? La teoría de Einstein nos dice
que la gravedad y la luz viajan exactamente a la misma velocidad, pero una verificación
experimental requiere observar ambas señales del mismo evento: el rayo y el
trueno. La medida de la velocidad de la gravedad requeriría una pareja de
estrellas de neutrones, de las cuales podríamos oír la gravedad, ver la luz y
comparar la demora entre ambas señales, si la hubiese. Y aunque las estrellas
de neutrones son aún más difíciles de detectar que los agujeros negros, el
universo es lo suficientemente grande como para que un evento así ocurra tarde
o temprano.
Gold on Earth Came from Colliding Stars, Astrophysicists Say (Dana Berry / SkyWorks Digital, Inc) from Sci-News.com on Vimeo.
La medición de la velocidad de
las ondas gravitacionales iba a tener graves implicaciones para mis líneas de
investigación. Mi trabajo en los últimos años se había centrado en la energía
oscura, la misteriosa entidad que acelera la expansión del universo y parece
contradecir la naturaleza atractiva de la gravedad. Muchos modelos de energía
oscura se basan en extensiones de la teoría de Einstein y modifican algunas de
sus propiedades. Entre ellos, algunos cambian la velocidad a la que se propagan
las ondas gravitacionales, de forma similar a cómo la densidad y temperatura
atmosféricas afectan la velocidad del sonido en el aire. Un formalismo que
abarca la mayoría de estas teorías fue propuesto en los años setenta por
Gregory Horndeski, un matemático que se convirtió en pintor poco después de
esta gran obra. Los hallazgos de Horndeski permanecieron en el olvido durante casi 40
años, pero fueron redescubiertos recientemente y empleados para unificar
docenas de teorías de la gravedad que habían sido estudiadas independientemente.
Buena parte de mi trabajo en
los últimos años fue estudiar cómo evolucionaría el universo bajo las reglas de
la gravedad de Horndeski, encontrando muchas diferencias con respecto a la
teoría de Einstein, mucho más simple. Algunos de estos efectos son sutiles y
difíciles de medir, causando solo pequeñas desviaciones de las propiedades de
la gravedad. Sin embargo, dado que las estrellas están literalmente a
distancias astronómicas de la Tierra, incluso una desviación del 1% entre la
velocidad de la luz y la gravedad daría lugar a un retraso de un millón de años
entre las dos señales, lo que magnifica enormemente incluso la desviación más
nimia. Las teorías que predicen cualquier desviación importante, incluidos
muchos modelos de Energía Oscura, fallarían espectacularmente después de la
primera detección simultánea de luz y ondas gravitacionales.
Poco después de anunciarse la
primera detección de ondas gravitacionales comencé a preocuparme seriamente:
una gran cantidad de mi trabajo habría sido en vano en el momento en que LIGO
detectara una fusión de estrellas de neutrones. La perspectiva era aterradora,
pero entender la propagación de ondas gravitacionales en las teorías de
Horndeski fue un proyecto emocionante para el puesto que estaba a punto de
empezar en la Universidad de California en Berkeley. Tres colegas y yo
comenzamos a discutir lo que las ondas gravitacionales nos podían decir sobre
la energía oscura y la gravedad. Durante la primavera de 2016, estudiamos las
ecuaciones de las ondas gravitacionales en las teorías de Horndeski más allá de
las simplificaciones que se habían usado en estudios previos. Identificamos las
condiciones para cambiar la velocidad de las ondas gravitacionales y usamos
estas condiciones para identificar las teorías que se descartarían después de
la primera fusión de estrellas de neutrones. Se hizo evidente que las ondas
gravitacionales tenían un potencial inmenso para estudiar la energía oscura y
estábamos resueltos a explorar a fondo su potencial.
José María Ezquiaga dando una charla. |
Afortunadamente para nosotros,
la fusión de estrellas de neutrones ocurrió pronto, solo cinco semanas después
de que José María se fuera de Berkeley y apenas dos semanas antes de que LIGO
cerrara para una actualización de dos años. El evento GW170817 fue alto y
claro, ayudando a que los diferentes telescopios detectaran sin problema las
señales electromagnéticas de la explosión posterior. La primera señal que se
encontró fue una explosión de rayos gamma, solo 1.7 segundos después del pico
de la señal de la onda gravitacional después de un viaje de 130 millones de
años. Tal como temíamos, la velocidad de la gravedad y la luz eran las mismas,
tal como nos lo dijo Einstein hace 100 años.
Los rumores sobre el evento se
extendieron y nos empleamos a fondo para tener todo listo cuando se anunciaran
los resultados. Nuestro artículo tenía dos resultados principales: una
explicación detallada de cómo la medición reciente descartó un modelo de
energía oscura muy popular y una clasificación de las teorías de la gravedad
que sobrevivieron al evento. En algún momento, comenzamos a escuchar a otras personas
que trabajan en las mismas ideas. Cuando nuestro artículo apareció el día
después del anuncio, vimos otro artículo que tenía exactamente el mismo título
que el nuestro: "Energía oscura después de GW170817". Ambos teníamos
razón, y el evento marcó el final de una era: el conjunto de posibles
explicaciones a la energía oscura se redujo considerablemente. Este cambio de
paradigma exige nuevas soluciones, volver a nuestras pizarras y perseguir
nuevas ideas.
Miguel Zumalacárregui Pérez, Marie Curie Global Fellow, Universidad de California en Berkeley
Miguel Zumalacárregui Pérez, Marie Curie Global Fellow, Universidad de California en Berkeley
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