Si
a un gran número de personas se les preguntase acerca de la
presencia de físicos en los hospitales, prácticamente la inmensa
mayoría mostraría su desconocimiento. La labor desarrollada en
estos centros es incluso ignorada por profesionales sanitarios, y
hasta cierto punto, lo es también por el resto de la comunidad de
físicos.
El
vínculo entre la Física y la Medicina es tan antiguo como el afán
de conocer los mecanismos de funcionamiento del cuerpo humano. Las
investigaciones en biomecánica se remontan a la época de Leonardo
da Vinci, con los estudios de anatomía y de las proporciones, así
como la invención de dispositivos que emularan el comportamiento de
especies animales, como los intentos por dotar al ser humano de la
capacidad de volar.
La
observación de estructuras de reducidas dimensiones que a simple
vista no pudieron describirse con anterioridad fue posible gracias a
la invención del microscopio por Z. Janssen en 1590, apareciendo su
uso en 1665 en la observación de capilares sanguíneos en la obra de
W. Harvey y por R. Hooke, el mismo año, quien describió por primera
vez el concepto de célula al observar las celdillas de un corte de
corcho. El primer microscopio electrónico se debe a E. Ruska y M.
Knoll entre 1925 y 1930, quienes se basaron en los estudios de
Louis-Victor de Broglie acerca de las propiedades ondulatorias de los
electrones. Un microscopio electrónico utiliza electrones en lugar
de luz visible para la formación de las imágenes debido a que la
longitud de onda de los electrones es mucho menor que la de los
fotones de luz visible, alcanzando amplificaciones mayores que los
mejores microscopios ópticos.
Sin
embargo, el avance que probablemente más ha contribuido al
desarrollo de la Medicina en el siglo XX fue el descubrimiento en
1895 de los rayos X por el físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen,
mientras investigaba la fluorescencia que producían los rayos
catódicos. Los
rayos X son una radiación electromagnética debida a fenómenos de
transición electrónica en las capas profundas de la corteza
atómica, o producidos, fundamentalmente, por la desaceleración de
electrones como radiación de frenado.
En
general, la energía de los rayos X se encuentra entre la radiación
ultravioleta y los rayos gamma producidos por transiciones nucleares.
Estas tres modalidades de radiación electromagnética pertenecen a
la categoría de radiaciones ionizantes porque al interactuar con la
materia producen la ionización de sus átomos, es decir, originan
partículas cargadas (iones).
Por
este descubrimiento, Röntgen recibiría el Premio Nobel de Física
en la primera edición celebrada en 1901. En la primavera de 1895,
Henri Becquerel descubrió accidentalmente la capacidad de algunas
sales de uranio para ennegrecer una película radiográfica de manera
espontánea, a diferencia de la fosforescencia que depende de la
estimulación mediante una fuente externa de energía. Estos
recientes descubrimientos influenciaron a María Sklodowska Curie a
desarrollar en este campo de investigación su tesis doctoral
(Recherches
sur les substances radioactives)
y con la colaboración de su esposo, Pierre Curie, describieron los
fenómenos por los que espontáneamente se desintegran algunas
sustancias dando origen a la radioactividad natural.
Los
tres recibieron el Premio Nobel de Física en 1903 como
reconocimiento a sus investigaciones conjuntas acerca de la
radiactividad, siendo además la primera ocasión en que una mujer
obtenía este galardón.
El
interés por las aplicaciones prácticas que estos descubrimientos
pudieran aportar a la Medicina fue inmediato. Durante la Primera
Guerra Mundial (IGM), los hospitales de campaña carecían de
personal experimentado y máquinas de rayos X adecuadas, de modo que
Marie Curie propuso emplear equipos portátiles de radiografía cerca
de las líneas del frente para ayudar a los médicos en el campo de
batalla. Adquirió equipos de rayos X, vehículos, generadores
auxiliares, y desarrolló unidades móviles de radiografía a las
que llamó «ambulancias radiológicas» (ambulances
radiologiques).
Fue la directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja francesa
y creó el primer centro de radiología militar de Francia, operativo
a finales de 1914.
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Madame Curie en una de las unidades móviles de rayos X |
En
1915, empleó cánulas de sus propios suministros que contenían
«emanaciones de radio», un gas incoloro y radiactivo emitido por el
elemento, que posteriormente fue identificado como radón, para la
esterilización de los tejidos infectados. Se estima que más de un
millón de soldados heridos fueron tratados con sus unidades de rayos
X.
En
su primera visita a Estados Unidos, con la finalidad de recaudar
financiación para la síntesis del radio dados los extremados costes
de producción y la utilización de las reservas durante la IGM, el
New York Times publicó en su portada que Madame Curie tenía la
intención de «poner
fin al cáncer»,
alegando que «el
radio es la cura para cualquier tipo de cáncer».
La
radioterapia (en su origen Curieterapia,
o Röntgentherapie
en Alemania) es introducida en España en el año 1906 por Celedonio
Calatayud, primer médico español en utilizarla en la lucha contra
el cáncer. En 1922 la oncología es establecida como disciplina
médica. Desde entonces, la radioterapia ha evolucionado con la
aparición en 1953 de los aceleradores lineales, principalmente
electrones aunque también de partículas cargadas, que poco a poco
reemplazaron los tratamientos con fuentes radiactivas como el
cobalto.
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Sesión de radioterapia en el Istituto Nazionale per lo Studio e la Cura dei Tumori, hacia 1930. En la actualidad, Fondazione IRCCS, Istituto Nazionale dei Tumori, Milán |
No
obstante, los usos del radio desgraciadamente trascendieron del
ámbito de la oncología, dado el desconocimiento que por entonces se
tenía de sus potenciales efectos nocivos para la salud. Hasta
finales de los años 60 se usaba en pinturas luminiscentes para
relojes y otros instrumentos. Muchos pintores de esferas de reloj,
que usaban sus labios para moldear el pincel, murieron de radiación.
El radio se empleaba a principios de siglo y hasta los años 30 en
medicinas, entre ellos el Radithor
(agua destilada con radio), que lo describían como solución ante
todos los males, hasta
que causó la muerte a un personaje importante de la sociedad
americana (M. Byers). El escándalo contribuyó a la introducción de
normas de regulación del uso de radioisótopos. También se mezclaba
con pastas dentales, chicles, cremas y demás productos. El motivo
era que todo aquello que contenía radio significaba avance.
El riesgo para la salud no
sólo depende de la intensidad de la radiación y de la duración de
la exposición, sino también del tipo de tejido afectado y de su
capacidad de absorción. Los efectos mutagénicos de la radiación
fueron identificados por primera vez por Hermann Joseph Muller en
1927, investigación por la que le fue concedido el Premio Nobel de
Medicina en 1946.
El
desarrollo de la radiobiología ha permitido profundizar en el
conocimiento del daño celular que las radiaciones ionizantes causan
de manera probabilística o determinista, sentando, respectivamente,
las bases de la prevención en materia de protección radiológica, o
de su utilización en el tratamiento oncológico.
Los
avances tecnológicos acontecidos durante la Segunda Guerra Mundial
(IIGM), como la invención del radar, tuvieron también su impacto en
el ámbito de la oncología, dado que el mismo ingenio desarrollado
en 1937 en Stanford por los hermanos Russell y Sigurd Varian,
conocido como klystron,
responsable de generar y amplificar señales de microondas, es así
mismo utilizado en la aceleración de los paquetes de electrones
introducidos en las cavidades resonantes de una guía de ondas, los
cuales experimentarán posteriormente el impacto en un blanco de
tungsteno generando, por radiación de frenado, los haces de fotones
dedicados al tratamiento de lesiones tumorales.
En
el diagnóstico por la imagen los avances en la detección de
enfermedades mediante exploraciones realizadas con tomografía
computadorizada (CT), tomografía por emisión de positrones (PET), o
resonancia magnética nuclear (RMI), así como equipos híbridos, o
bien la ecografía basada en ultrasonidos, han permitido un
conocimiento detallado con unos procedimientos no invasivos.
G.N.
Hounsfield, tras la IIGM ingresó en la empresa discográfica EMI y
en 1967, en colaboración con A.M. Cormack, desarrollaron el primer
prototipo aplicable de CT, recibiendo ambos el Premio Nobel de
Medicina en 1979.
La
primera aplicación médica basada en la aniquilación de positrones
se debió a W.H. Sweet y F.R. Wrenn, quienes en 1951 la emplearon en
la detección de tumores cerebrales. En 1973 Robertson desarrolló el
primer tomógrafo de anillo en el Brookhaven National Laboratory, el
cual disponía de 32 detectores. A
finales de 1974, M. Phelps y E.J. Hoffman de la Universidad de
Washington construyeron el primer PET dedicado a estudios con
humanos, el cual disponía de 48 detectores de NaI(Tl) distribuidos
hexagonalmente.
La
imagen por resonancia magnética se basa en los distintos tiempos de
relajación de los núcleos de hidrógeno, generalmente, que componen
los tejidos cuando son excitados por pulsos de radiofrecuencia en
presencia de un campo magnético de alta intensidad. Este fenómeno
fue descrito en 1938 por I. Rabí. En 1946, F. Bloch y E.M. Purcell
refinaron la técnica usada en líquidos y sólidos, por lo que
compartieron el Premio Nobel de Física en 1952.
Purcell
colaboró en el desarrollo del radar y sus aplicaciones durante la
IIGM en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En ese
proyecto se dedicó a producir y detectar energía de
radiofrecuencia, así como su absorción por la materia. Encontraron
que algunos núcleos podían absorber la energía de radiofrecuencia
en presencia de un campo magnético de una intensidad específica,
logrando así la identificación de los núcleos.
Cuando
se produce esa absorción, los núcleos entran en resonancia.
Diferentes núcleos atómicos dentro de una molécula resuenan a
diferentes radiofrecuencias para la misma intensidad de campo
magnético, permitiendo la identificación estructural y química de
las moléculas.
La
ecografía se basa en la formación de imágenes reconstruidas a
partir del eco recibido en una sonda (transductor) consistente en
cristales piezoeléctricos que al ser estimulados por electricidad
vibran produciendo ondas sonoras de alta frecuencia (ultrasonidos).
El eco reflejado en las estructuras corporales retorna a la sonda que
es nuevamente estimulada produciendo pequeños voltajes que son
procesados de acuerdo a su intensidad y tiempo de retorno. La
propiedad de la piezoelectricidad fue observada por primera vez por
Pierre y Jacques Curie en 1881 estudiando la compresión del cuarzo.
Una
variedad de ecografía es la basada en el efecto Doppler, en la que
es posible visualizar las ondas de velocidad del flujo que atraviesa
ciertas estructuras del cuerpo, en general vasos sanguíneos, y que
son inaccesibles a la visión directa. La técnica permite determinar
si el flujo se dirige hacia la sonda o si se aleja de ella, además
de la velocidad de dicho flujo.
A
diferencia de los procedimientos radiográficos o basados en la
administración de radioisótopos, tanto en la resonancia magnética
nuclear como en la ecografía no se emplea radiación ionizante.
El
avance en la aplicación clínica de las radiaciones,
mayoritariamente ionizantes, permite mejorar la calidad diagnóstica
de la imagen con una reducción sensible de los niveles de dosis
recibidos, así como en el tratamiento de enfermedades, tanto
oncológicas, como derivadas de patologías funcionales como
epilepsia, Parkinson o neuralgia del trigémino, mediante el uso de
haces de radiación de alta energía focalizados hacia la lesión
con una precisión sub-milimétrica, en base a la localización y
posicionamiento conseguidos con técnicas como la radioterapia guiada
por la imagen.
La
puesta en funcionamiento previo a su uso clínico, así como las
pruebas de control de calidad que periódicamente todas estas
aplicaciones requieren para garantizar su adecuado uso, son
competencia de la especialidad sanitaria conocida como Radiofísica
Hospitalaria, creada por Real Decreto 220/1997 de 14 de febrero, con
la finalidad de conferir un marco legal que regulase el acceso y las
responsabilidades de los físicos dedicados al ámbito hospitalario.
Esta
cuestión en España fue de enorme trascendencia debido a la ausencia
de legislación en materia de Garantía de Calidad que permitiera
tener un mayor control del estado de funcionamiento de los equipos
emisores de radiación, especialmente de los dedicados a niveles de
terapia, conduciendo a finales de los años 90 al establecimiento de
los reales decretos correspondientes a la Garantía de Calidad en
Radiodiagnóstico, Medicina Nuclear y Radioterapia.
Las
recomendaciones proporcionadas por sociedades científicas nacionales
e internacionales (como la Sociedad Española de Física Médica
creada en 1974, o la American
Association of Physicists in Medicine,
en 1958), sirven de referencia para la elaboración de procedimientos
de trabajo, además de proporcionar tolerancias y periodicidades, que
facilitan la comparación del equipamiento entre diferentes centros.
Esta
labor además de obligatoria, es necesaria y de gran relevancia para
minimizar los riesgos derivados de una mala praxis, por
desconocimiento u omisión, que pudieran comprometer la salud, e
incluso la vida de los pacientes.
Este texto ha sido escrito por Daniel Zucca, físico especialista en Radiofísica Hospitalaria, adjunto al Servicio de Radiofísica y Protección Radiológica del Hospital Universitario HM Sanchinarro (Madrid).